Si hace unos días hablábamos del que podría ser el primer país de la década de los 20, Bougainville (donde el SI a la independencia de Papúa-Nueva Guinea triunfaba con un 98%), hoy traemos la historia de la localidad italiana que pretende convertirse en el Principado más joven de Europa: Seborga.
Seborga es un enclave italiano situado cerca de la frontera con Francia que lleva reclamando el estatus de Principado independiente desde hace más de medio siglo.
Para entender por qué sus poco más de 300 habitantes claman por separarse de Italia hay que remontarse al año 945, cuando la pedanía pasaba a manos de un grupo de monjes benedictinos franceses que la regirían durante siglos bajo la figura de un ‘príncipe’ (el abad) que hasta el Papa autorizaba a llamarse así.
Seborga fue un Principado bajo soberanía monacal hasta que en las primeras décadas de 1700 la sucesión de malas cosechas y la oposición de sus habitantes a incrementar sus aportaciones a la abadía conllevaron la venta del asentamiento por parte del abad al Rey de Cerdeña en 1729, pasando a formar parte de esta isla (que acabaría formando parte de Italia).
Durante los siglos en los que gozaron de independencia, los ciudadanos de Seborga incluso acuñaron su propia moneda (luigino), siempre con el beneplácito de los monjes y la aprobación del papado.
Desde 1729 siempre ha habido voces que reivindicaban la vuelta al Principado, pero no fue hasta la década de 1960 cuando un habitante autoproclamó la independencia nombrándose a sí mismo Príncipe: el Príncipe Giorgio).
Italia nunca ha reconocido la soberanía del territorio, y a la muerte del autoproclamado príncipe, los habitantes del potencial Principado decidieron que elegirían a su nuevo soberano mediante votación popular, resultando ganador en 2010 el ciudadano (y luego monarca) Marcello I, que acabó abdicando y trasladando su residencia a Cataluña.
En 2019 de nuevo se eligió a su nuevo monarca, en este caso la Princesa Nina Döbler, exmujer de Marcello I, quien obtuvo la victoria en los comicios por 122 votos frente a los 69 de su oponente, la hija del difunto Príncipe Giorgio.
La nueva Princesa asume el mandato, meramente honorífico por el momento, con la promesa de lograr el reconocimiento internacional y convertir a su pueblo en un ‘nuevo Mónaco’, ya que afirma que el modelo de la familia Real monegasca es el que mejor funcionaría en esta región, que usaría los servicios italianos y, según ella, dinamizaría económicamente la zona (incluyendo las localidades italianas anexas) al impulsar el turismo.
Pese a que pueda parecer una locura, los defensores del Principado dan varios argumentos que, a su juicio, suponen una sólida base que permitiría reclamar su soberanía y serían difícilmente refutables:
1. Aunque el abad de Seborga vendió la localidad al Rey de Cerdeña, la venta nunca se registró y no hay documentos que puedan acreditarla.
2. La venta de la localidad al monarca de Cerdeña se realizó a título personal, no con el objetivo de incorporar su territorio a la Corona, por lo que pese a ser de uso y disfrute del Rey, no sufría variaciones geopolíticas, actuando el Rey como un protector y no como un mandatario.
3. El Rey de Cerdeña pagó la cuantía con su dinero personal, y no con fondos del reino de Cerdeña, por lo que quedaría invalidada cualquier anexión a Cerdeña y, por ende, a Italia.
Basándose en estos argumentos, la nueva Princesa ha prometido recopilar los documentos que la acreditan (indagando en el archivo Vaticano e italiano) y, una vez localizados y fundamentadas las bases, presentar una demanda en el tribunal europeo para que su soberanía sea reconocida y deje de ser parte de Italia.
Así, este podría ser el nacimiento de un peculiar Principado, un enclave en el que la Monarquía se elige en las urnas.
Tu opinión
Existen unas normas para comentar que si no se cumplen conllevan la expulsión inmediata y permanente de la web.
EM no se responsabiliza de las opiniones de sus usuarios.
¿Quieres apoyarnos? Hazte Patrón y consigue acceso exclusivo a los paneles.