¿Hacia un gobierno de izquierdas en Cataluña?

Llevábamos tantos años mirando hacia Cataluña sin tener en cuenta más alternativas que la formación de un gobierno independentista o la de otro autonomista, que habíamos olvidado otra posibilidad, ya explorada en el pasado: la de un gobierno “transversal” de izquierdas.

En las últimas horas, sin embargo, esa posibilidad se está volviendo a poner sobre el tapete. Hemos llegado a esta situación tras unos meses frenéticos, donde el frente independentista ha soportado mil tensiones, varias rupturas y varias recomposiciones. Finalmente, a estas alturas de la primavera catalana, parece claro que cada uno va por libre, ya. En el seno de Junts per Catalunya hay dos almas, una la heredera de la vieja Convergencia, que se llama ahora PDeCat,  y otra la sencillamente partidaria de Puigdemont. Ambas partes ni se llevan bien ni quieren exactamente lo mismo, como queda más claro cada vez. Hay, en el seno del PDeCat, un recelo creciente hacia el excesivo radicalismo de los puigdemonistas, pero son estos los que, de momento, dominan claramente en esa amalgama que es JxCat.

En la misma línea que el PDeCat, pero en la izquierda, ERC camina por su cuenta. Su máximo dirigente, a diferencia del de Junts per Catalunya, eligió la cárcel y no la huida, y ese gesto en lugar de concederle más peso se lo ha restado, cosa que, primero en privado y ahora ya incluso en público, muchos consideran insoportablemente injusta. ERC cree que merece más y que tiene derecho a luchar por ello. Cree, también, que la independencia es un fin a conseguir, pero no un objetivo que alcanzar, dadas las circunstancias, la semana que viene. Esta actitud les aleja cada vez más del núcleo duro de los seguidores del expresident.

Por último, la CUP, esa guinda excéntrica en el pastel separatista, sigue rechazando candidatos e imponiendo exigencias, convencida de que los demás no son suficientemente radicales ni tienen suficiente prisa, como si realmente no creyeran en un procés que ellos mismos emprendieron. La CUP sí cree, y cree para ahora mismo, así que no está dispuesta a aceptar otra cosa. Con esos parámetros, los antisistema se han convertido en la pieza de más difícil ajuste, presente hasta ahora en todos los puzzles del independentismo. Tanto que los demás parecen haberse cansado de intentar encajarla en el conjunto, y parece que están dispuestos a prescindir de ella, apostando por piezas de repuesto.

Con todo este panorama, ERC puede estar replanteándose todo el tablero. La idea sería abandonar el intento de gobernar con los  “independentistas del aquí y ahora” (JxCat, CUP), para buscar un gobierno con “los izquierdistas soberanistas“. En ese camino, ERC se encuentra con Colau y Domenech, con “los comunes”, que con sus ocho diputados aportarían la transversalidad necesaria para un gobierno que durase cuatro años. Las exigencias de estos parecen asumibles, porque realmente ya las tenía ERC en la cabeza: renuncia a la unilateralidad e implementación de una agenda social ambiciosa.

Se trataría, por lo tanto, de constituir un gobierno transversal, soberanista y de izquierdas, con apoyos o abstenciones externas, que durase toda una legislatura para emprender un programa social profundo y, al mismo tiempo, con calma, preparar el futuro referendum de independencia catalán sin unilateralidades ni ilegalidades, haciendo propuestas de puertas para adentro y guiños al extranjero: preparando el terreno, en fin, a la espera de que en un futuro gobierno español sea más sensible para sus pretensiones y se pueda llegar a un gran acuerdo.

Ambas partes, ERC y los comunes podrían salir ganando en este acuerdo. Pero hay un inconveniente: sus votos no suman. Algunos han llegado a sugerir la incorporación de Ciudadanos, para conseguir un “gobierno de concentración”, pero la idea no ha durado ni dos segundos sobre el tapete: ambas partes, los de Arrimadas y la izquierda soberanista, son como el agua y el aceite. La alternativa razonable es, por supuesto, el PSC. Con ellos, con los de Iceta, la izquierda sí suma y tendría un carácter aún más transversal. ¿Inconvenientes? Los programas de unos y otros son demasiado diferentes en materia de soberanía. ERC quiere un gobierno que no renuncie, sino que “prepare” la independencia a largo plazo, pero la entrada del PSC exigiría precisamente una renuncia expresa  toda pretensión.

Este tema, la cuestión de hasta dónde llegaría el futuro gobierno en el tema de la independencia, es, realmente, lo único que impide que el acuerdo esté ya listo. Y es un asunto tan importante que, precisamente por ello, puede que lo haga imposible para siempre. Sin embargo, todos, por motivos diferentes, pueden tener mucho interés en reeditar el viejo tripartito de izquierdas. Con él, todos recuperarían protagonismo. ERC podría liderar el gobierno, los comunes ser el centro de la pomada, y el PSC ser la cara visible de la integración. Darían, todos, esa imagen de “política útil” que tanto echa de menos la sociedad. Con este gobierno, además, quedarían desplazados, por un lado, los seguidores de Puigdemont (a los que se harían demasiado largos cuatro años sin protagonismo político, una vez desactivada la presencia pública de su líder), y por otro los de Arrimadas (relegada a una jefatura de la oposición a quien le han arrebatado el principal motivo para oponerse -la independencia-).

Ahora se abre el paréntesis de la Semana Santa. Ideal para hablar sin que se sepa. Perfecto para diseñar el futuro. Las alternativas para Cataluña son dos: o gobierno independentista o gobierno transversal de izquierdas. El lunes, cuando muchos vuelvan a la actividad, se habrá hablado tanto del asunto, se habrá negociado tanto bajo cuerda, que las manifestaciones públicas de los dirigentes políticos nos empezarán a dar pistas concretas sobre cuál de los dos caminos se adoptará antes de la fecha límite del 22 de mayo.

@josesalver