Quienes nacieran en 1990 o 2000 pueden pensar que estamos viviendo una época especialmente mala en relación con el terrorismo y la violencia. En concreto, parece que el terrorismo está asolando Europa. Todos los meses surgen noticias aquí y allá, informaciones sobre actuaciones policiales que desbaratan células yihadistas que estaban a punto de cometer terribles atentados. Y otras veces no se desbarata nada, así que finalmente, padecemos atentados. Ocurren cuando menos se espera, en el país en el que menos se espera, y nos causan daños humanos a menudo cuantiosos.
Sin embargo, conviene abrir el círculo y mirar con perspectiva. La verdad es que el terrorismo no está aumentando en Europa. Es cierto que en los dos o tres últimos años ha habido un repunte, pero los datos a más largo plazo (que son lo únicos dignos de tenerse en cuenta si uno quiere conocer la verdad) son contundentes.
Los años setenta y ochenta fueron, en concreto, mucho peores que los actuales. El terrorismo, entonces, afectaba mucho más que ahora al corazón de algunas sociedades europeas, porque, además, su origen no estaba en ideologías o fanatismos religiosos importados, sino en los propia realidad de nuestros países.
Este simple hecho debería hacernos reflexionar cuando acusamos a otros, sobre todo al terrorismo islámico, de causar ahora todos los males. El terrorista, casi siempre, ocasiona mucho más daño en su propia tierra o sus cercanías que lejos de ellas. Ocurría con nuestro terrorismo europeo de la segunda mitad del siglo XX, y ocurre hoy con el terror que viene de Oriente Medio. Es allí, en Egipto, en Túnez, en Irak o en el norte y centro de Africa, mucho más que aquí, donde causa los peores estragos. Los medios de comunicación europeos, concentrados como están en nuestros propios miedos, prácticamente solo nos hablan de los atentados de Madrid, Berlín, Bruselas o Londres. Pero hay mucho terrorismo, mucho más grave, y más cruel si cabe, que se produce impune, a miles de kilómetros de Europa.
¿Significa esto que no hay que estar alerta, que podemos aflojar nuestra tensión en la lucha contra el terror? No. Todo lo contrario. La batalla contra la violencia es quizás la más importante que tiene que seguir librando la humanidad, y Europa debe estar en la avanzadilla. Porque si algo hemos debido aprender los europeos de nuestro propio terrorismo del siglo XX, es que a los violentos se los pone a raya con actuaciones policiales o judiciales, pero finalmente solo se los derrota cuando decae su apoyo en las sociedades que, aunque sea mínimamente, les dan cobertura.
Seguiremos padeciendo ataques, pero antes o después los países, las zonas donde el terror cosecha apoyos y líderes, empezarán a dar la espalda a esas ideas. Sin duda muchos ya, en los lugares que fueron su caldo de cultivo inicial, están repudiando el fanatismo violento, aunque el proceso será lento y tendrá idas y venidas durante años, porque son sociedades complejas y porque la pobreza es siempre un acicate para la violencia. Pero finalmente esta locura acabará disolviéndose como siempre ocurre con quienes pretenden alterar la convivencia para imponerse violentamente. La gente, en todas partes, mayoritariamente solo quiere vivir su vida en paz. Los terroristas, si la sociedad es firme frente a ellos, jamás consiguen sus objetivos. Así que el terrorismo islámico acabará despareciendo como lo hicieron antes todos los demás, y como ocurrirá con todos los que surjan en el futuro. Su propia sociedad, aquella donde surgió y creció, lo derrotará.
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