Una cuarta parte de la población española actual no había nacido aún, pero cuando a las 14:46 horas de aquel 11 de septiembre de 2001, un avión impactó contra una de las Torres Gemelas de Nueva York, el mundo cambió de pronto.
En aquel momento nadie lo supo: durante muchos minutos ni siquiera estaba claro el origen del fuego que salía de los pisos superiores de la Torre . Los millones de personas que a los pocos minutos comenzaron a seguir lo que ocurría por radio y, sobre todo, televisión, especulaban sobre lo que estaba pasando, pero no imaginaban la verdad. Aun cuando se fue sabiendo que se trataba del impacto de un avión, seguía pareciendo un accidente, un suceso. Algo increíble, único, que afectaba a un edificio emblemático, pero un simple suceso, al fin y al cabo.
Pero la curiosidad dio paso al estupor cuando casi quince minutos después, un segundo avión impactó contra la segunda torre (en directo, con cientos de canales de TV emitiéndolo). Todo cambió en las cabezas de los espectadores en aquel instante, y millones de personas supieron simultáneamente, sin necesidad de que nadie se lo dijera, que algo muy diferente y, seguro, más grave que un simple accidente, estaba sucediendo.
En los días siguientes el mundo abandonó de golpe, definitivamente, la mentalidad dominante de la Guerra Fría entre el capitalismo y el comunismo, que había sido la determinante de las décadas centrales y finales del siglo XX. Comenzó una nueva era.
Lo que ha seguido después todos lo saben, o más bien todos se lo cuentan a sí mismos de acuerdo con sus propia visión e ideología.
No merece la pena mencionar mucho más. No hablemos de Osama Bin Laden ni de George Bush, ni, por lo que toca a España, de Aznar o el “trío de las Azores”. No mencionemos Irak o Afganistán. Quienes vivieron aquel 11-S ya han procesado, digerido y manipulado adecuadamente sus recuerdos para que concuerden con lo que quieren creer, con su propia historia de buenos y malos. Ya nada podrá cambiar eso.
El panorama político español era muy diferente del actual, como deja clara la última encuesta que el CIS había realizado antes de los atentados.
Mientras tanto, el olvido va cayendo sobre todo lo sucedido. Para quienes tenían menos de ocho o diez años cuanto todo aquello sucedió, los atentados son solo parte de un pasado remoto. Una décima parte de los españoles con derecho al voto no tienen un recuerdo directo de aquellos momentos.
El origen profundo e inmediato de la sociedad en la que vivimos, de los partidos políticos que tenemos, de las crisis y las expansiones que padecemos y/o disfrutamos, nace en gran parte de aquel día de hace veinte años. Y precisamente por eso, como siempre pasa con los orígenes, está pasando de ser una realidad a convertirse en un icono.
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