Aquí hay dos escenarios posibles, y todos lo sabemos:
Uno: Que el Gobierno de España consiga que finalmente no haya consulta, utilizando los mecanismos necesarios para ello. En ese caso, Puigdemont, muy digno, hará como que se cabrea, pero realmente seguirá el guión que ya tiene diseñado: convocará inmediatamente elecciones plebiscitarias. En ellas intentará capitalizar la frustración de la sociedad para conseguir una mayoría aplastante a favor del independentismo.
- Si no la consigue, se disolverá todo el “proceso”.
- Pero si la consigue, se aprobará una Declaración Unilateral de Independencia (o como la llamen) al día siguiente de constituirse el nuevo Parlament, y que salga el sol por donde tenga que salir.
Dos: Que finalmente haya consulta, lo cual es más probable cada día que pasa, porque hay muchos mecanismos jurídicos que el Govern de Catalunya puede sacarse de la manga para eludir las decisiones judiciales que impliquen suspensión del 1-O. Puigdemont solo necesita manejar sutilmente los tiempos, buscar recovecos jurídicos que siempre hay, y tener enfrente a a un Gobierno que, realmente, no haga nada por evitarlo, que es justo lo que parece que está pasando.
El primer escenario se explica por sí solo, así que solo nos queda imaginar qué pasará si acabamos en el segundo:
En ese escenario, de celebrarse hoy el referendum del 1-O, según nuestra estimación derivada de las encuestas publicadas (Catalómetro), esta sería la situación:
La sociedad catalana está dividida casi por la mitad en cuanto al sentimiento independentista, aunque hay una pequeña mayoría contraria a la secesión. Pero como los partidarios de ésta van a ir a votar en mucha mayor medida que los contrarios, todos los sondeos que preguntan directamente por el voto están de acuerdo en que ganará el Sí. En este momento, el Sí aventaja al NO por más de veinte puntos. Semejante ventaja no tendría importancia si el porcentaje de participación fuera del 25% o el 30% de la población, porque nadie, ni aquí ni en Sebastopol, daría validez al resultado. Pero todo indica que los votantes de CUP, ERC y PdeCat acudirán en masa a las urnas, mientras que también lo harán bastantes de “los comunes-Podemos”, una pequeña porción de socialistas, y otra aún menor de populares y votantes de Ciudadanos.
El Govern ha evitado en todo momento condicionar el éxito del referendum al porcentaje de participación, pero poniéndose la venda antes de recibir la herida, está filtrando a la prensa su idea de que “con un 30% de participación bastaría”. Hábil maniobra, poner bajo el listón, porque a juzgar por las encuestas publicadas hasta ahora, el porcentaje de participación en el 1-O superará levemente el 50%. Así que, hoy por hoy, parece que el Govern tiene un cómodo colchón: conseguirá alrededor de un 60% de síes con más de un 50% de participación, y eso cuando el conjunto de su propia población, si se viera forzada a elegir, sería más bien no independentista. Ni diseñada a propósito saldría mejor la jugada.
Tanto el Govern como el Gobierno están jugando a que los no independentistas se queden en casa, mientras que el Gobierno juega a que también los independentistas se tengan que quedar en casa, pero nadie sabe si lo conseguirá.
Y este es el panorama cuando va a empezar septiembre. Todo depende de si finalmente se celebra o no el 1-O. Si no se celebra, los no independentistas tendrán una oportunidad de acabar imponiéndose en las urnas. Si se celebra, no tendrán ninguna y la confrontación será un hecho.
Queda por saber si los atentados de Las Ramblas-Cambrils y las reacciones posteriores a la manifestación de Barcelona afectarán a estos datos. No tenemos encuestas posteriores que nos digan si algunos catalanes están cambiando de opinión. Pero da la sensación de que las posiciones dentro de la sociedad están muy consolidadas y los cambios serán pequeños. Los independentistas seguirán siéndolo en su gran mayoría, y los contrarios se mantendrán también en su postura. La única batalla real que queda por dilucidar no es el resultado de la votación, que en sus grandes líneas ya lo conocemos, sino si se alcanzará o no el 50% de participación. Y esta no es una cuestión menor. Puede que sea lo único importante, sobre todo mirando al exterior. Ninguna participación inferior a esta otorgaría al Govern el más mínimo aval internacional. Cualquier participación superior pondría al Gobierno en serios aprietos.
Tu opinión
Existen unas normas para comentar que si no se cumplen conllevan la expulsión inmediata y permanente de la web.
EM no se responsabiliza de las opiniones de sus usuarios.
¿Quieres apoyarnos? Hazte Patrón y consigue acceso exclusivo a los paneles.