Los mercados son implacables. No tienen ideología: ni siquiera prefieren siempre a las derechas, al contrario de lo que algunos creen. En la historia ha habido decenas de ocasiones en que los mercados han “apostado” por gobiernos de izquierdas, porque han entendido que defendían mejor sus intereses que “las derechas” disponibles. Que se lo pregunten a Lula o a Felipe González. Al inversor como tal le importa un bledo la política. Lo que quiere es que no arruinen sus ganancias.
Y pensando en eso, en sus ganancias, el mercado en España apostó hace un año por el mantenimiento del bipartidismo. Entendían los inversores que la proliferación de partidos, sobre todo si eran “populistas” era mala. Si no hay estabilidad no hay forma de ganar dinero en condiciones. Cada noticia que favorecía a Podemos era interpretada como una mala noticia. Y las que perjudicaban al PP o al PSOE, también. ¿Nueva corrupción en el PP? Bajaba la bolsa. ¿Un escándalo salpica a Podemos? Subía la bolsa. ¿Subida en escaños en las encuestas para PP y PSOE? Arriba la bolsa. ¿PP y Ciudadanos sumaban más de 176? Subía más la bolsa. ¿Repunte de Podemos? Bajaba. Todo esto en pequeña escala, por supuesto. Nada escandaloso. Después de muchas idas y venidas, el resultado final de las urnas ha sido interpretado como muy negativo para los mercados, no porque hayan ganado o dejado de ganar “los suyos”. No. Lo han entendido así porque cualquier mayoría que se formase sería inestable, y la falta de horizontes despejados es lo que menos les gusta. Son cobardes.
Otra característica del inversor es que olvida enseguida el pasado. Solo mira al futuro. Así que el día 21 de diciembre, a primera hora, la bolsa bajó un montón porque esperaba otra cosa, pero en un par de horas se olvidó de todo y se concentró en lo que iba a pasar a partir de ese momento. Agua pasada no mueve molino, y, visto lo visto, el mercado lo tiene claro: habrá nuevas elecciones. Esa es su apuesta de momento. Mejor dicho, es su “second best”. Lo que más le gustaría sería un pacto a tres bandas, PP-PSOE-Ciudadanos, estable y seguro. Pero de momento eso lo ven muy lejos.
Así que el inversor ha pensado: “Bueno, tenemos Presupuestos para todo el 2016, así que Rajoy seguirá, como mínimo, durante unos meses más. Ahora estos chicos (todos) van a jugar al pacto-sí, pacto-no, de aquí a marzo. Da igual. Sigue habiendo gobierno. Y dinero. Como lo del pacto va a ser muy difícil, es probable que haya elecciones en mayo. Pues que las haya. De momento estamos tranquilos. Meteremos poco dinero en posiciones de riesgo, por si acaso, pero nada más. A esperar que se vayan despeñando quienes tengan que despeñarse, hasta que queden solo dos…” Preferencia por la liquidez, lo llaman. Pero su nombre auténtico es cobardía: los mercados preferirán siempre un gobierno mediocre pero seguro a otro brillante que esté en el aire.
Es curioso, pero el interés de los mercados puede ser el mismo, en estos momentos, que el de Pablo Iglesias. Y también es el interés de Rajoy, que juega a ser “el tapado” de la historia. Pasada la campaña, vuelta al plasma. Él es quien más tiene que ganar con todo esto: Esperar, dejar que discutan otros, permitir que las frutas maduren. Son Sánchez y Rivera quienes tienen un problema. Gordísimo. Están en medio, es decir, no están en ningún lado. Pero los problemas que puedan tener Pedro y Albert a los inversores les dan igual. Los mercados no tienen carné. Ni memoria. Ni amigos. Hoy te quieren, mañana te olvidan. Miran hacia lo que les interesa, exclusivamente. Y unas elecciones polarizadas entre PP y Podemos en mayo, quizás sea lo que más les convenga. Porque, llegados a ese punto, están convencidos de que las ganará con diferencia quien ellos deseen.
Probablemente, una vez más, tienen toda la razón.
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@josesalver
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