Podemos está otra vez de moda. Apareció en 2014, creció de la nada hasta ser (casi) el primer partido en expectativas electorales a principios de 2015. Luego sufrió un bajón, pero remontó justo antes de las elecciones de finales de 2015, en las que consiguió un buen resultado.
Ahora, si el escenario se polariza, se puede convertir junto con el PP en el gran beneficiado por la situación. Hoy es posible imaginar de nuevo a Pablo Iglesias ganando unas elecciones generales.
Su fortaleza reside en su capacidad para conectar con la gente joven, y en haber capitalizado la ilusión por el cambio, superando en esto claramente a Ciudadanos. Su discurso fresco, antiformal, creativo, ha logrado convencer a millones de votantes. Domina las redes. Canaliza la indignación social. Sus cargos públicos donan parte de sus sueldos, se visten y viven de otra manera: son totalmente diferentes a los políticos españoles tradicionales, en un momento en que muchas personas piden justo eso: algo totalmente diferente.
El partido llega, por sí mismo o gracias a las confluencias, a toda España. Podemos se ha convertido en el partido con una distribución más homogénea del voto a lo largo del país, superando al PP, que se vuelve irrelevante allí donde el nacionalismo es potente, y al PSOE, que además tiene un grave problema en Madrid.
Pero, ¿qué hay de la realidad? , ¿qué ocurriría con Podemos si tuviera que enfrentarse a una responsabilidad de gobierno real en España?
UNO. La economía.
Está muy bien prometer la ampliación del Estado de Bienestar y defender que se incluya su garantía en el texto de la Constitución. Muy bonito. Pero los derechos que tienen contenido económico no se garantizan mágicamente cambiando el texto de las leyes: necesitan dinero público que los financie. ´Con consistencia. Con suficiencia. Sobre la financiación, Podemos solo ha hecho manifestaciones genéricas, apelaciones a subidas de impuestos para los más ricos, luchas contra el fraude y poco más. Los típicos tópicos que funcionan muy bien de cara a la opinión pública. Pero hablemos en serio: ¿qué hay de la realidad? En Podemos se buscaron para que les asesoraran a algunos economistas, y con ese material hicieron un programa electoral ad hoc. Luego, con el documento en la mano, han seguido a lo suyo, que son las proclamas. Sin límites. Tan contentos. Afirman que sus propuestas son realizables. ¿Por qué? Porque lo dicen ellos. Tienen una biblia ideológica, que es su religión, y creen en ella. Autocontenida. Es cierta por revelación divina, no necesita demostración. Pero la gran mayoría de los que saben de economía, creen que semejantes políticas llevarían al Estado a la bancarrota en poco tiempo. ¿Y luego qué? Solo quedaría una alternativa para evitar la catástrofe: Aplicar recortes mayores que los de PP y PSOE juntos. Así que, o nos lo explican mejor, con datos, cifras, y balances que cuadren, o lo que propone Podemos en materia económica y social es solo un bonito desideratum.
Podemos desautoriza a la gran mayoría de economistas del mismo modo que los negacionistas del cambio climático desautorizan a la mayoría de los científicos. ¿Tendrá razón?
DOS. Las confluencias.
Podemos ha basado una parte de su crecimiento en los acuerdos con fuerzas nacionalistas de izquierda. El discurso resultante es plurinacional y moderno, pero el problema llegará cuando esos acuerdos tengan que ser compatibles con un gobierno real para toda España. Un ejemplo son las dificultades que el partido está teniendo ya para disponer de varios grupos parlamentarios diferentes en el Congreso. Lo prometieron, pero ahora no saben si podrán cumplir su promesa. Las leyes, tozudas ellas, se niegan a plegarse ante las promesas electorales de los chicos de Pablo. Asombroso. Pues esto no es nada comparado con lo que ocurrirá cuando tengan que construir un gobierno donde cada uno quiera lo suyo, con sus propios plazos y a su ritmo. Puede que la Santísima Trinidad consiga aunar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en un todo coherente, pero, claro, eso es porque el objetivo del Hijo y del Espíritu no es, precisamente, secesionarse del Padre. Así que está por ver que Pablo Iglesias pueda manejar, en el mundo real, semejante caos.
TRES. El referéndum.
Más en concreto, Podemos ha prometido celebrar un referéndum de autodeterminación para Catalunya. Por prometer que no quede. Pero cumplir la promesa y la Constitución al mismo tiempo son cosas incompatibles. Reformar la Constitución para que pueda pueda llevarse a cabo un referéndum que sirva para algo llevará varios años, y exigiría un acuerdo con otras fuerzas políticas que no están por la labor. ¿Es legítimo, entonces, que Podemos prometa lo que no se puede cumplir? Aquí caben solo dos posibilidades: o son tan inocentes que sinceramente no saben que semejante promesa no se puede cumplir (entonces habría que mandarles para casa y darles unas cuantas clases de Derecho Constitucional básico) o es que piensan saltarse directamente la Constitución. ¿En serio? ¿El gobierno de España saltándose la Constitución de España, que es la que le confiere la legitimidad al propio gobierno de España? ¿A qué precio? ¿Esperan contar con la inacción del poder judicial? ¿Creen que semejante cosa es posible, cuando la obligación de ese poder es, justamente, la contraria? ¿En qué clase de Estado vivimos para que tales proyectos lleguen a plantearse, así, a las bravas, sin explicar con un mínimo de rigor los detalles, los procedimientos, los plazos y los mecanismos legales o ilegales que se usarán para hacerlas posibles?
CUATRO. El encaje de España en el exterior.
Las ideas de Podemos son incompatibles con la política y la normativa de la Unión Europea. Si pretendiera implantar realmente su modelo económico y social, nuestro país acabará enredado en una disyuntiva similar a la de Grecia. Habría que escoger entre bajar la cabeza y ceder ante las exigencias de Bruselas (exigencias legales, derivadas de tratados que hemos firmado y que nos obligan) o enfrentarse a todos y dinamitarlo todo. Salir del euro, salir incluso de la UE. ¿Quiere Podemos de verdad algo así? ¿Estaría dispuesto a gestionar una devaluación de la moneda, una inflación desbocada o un tipo de interés elevado con el que no podríamos pagar las crecientes deudas de ese soñado gran Estado del Bienestar que se implantaría?
CINCO. Revolución o cosmética.
Cuando se defienden postulados irrealizables en materias económicas y jurídicas, al final, si se alcanza el gobierno, los pocos cambios a mejor que realmente se podrán acometer serán puramente cosméticos. Cosmética buena o mala. Cosmética opinable. Pero cosmética, al fin. Y si eso es lo que Podemos va a hacer por nosotros, quizás sus propios votantes acaben por no perdonárselo. Jamás.
@josesalver
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