La barrera electoral del 5% se está convirtiendo en uno de los centrales de la campaña madrileña para las elecciones del 4 de mayo. Todos intuyen que ahí puede residir una de las grandes claves de estas elecciones y, quizás, de algo más: del destino de algún partido político en los próximos años.
Tal y como están las cosa, es posible que uno o incluso dos partidos se encuentren, al caer la noche del 4 de mayo, al borde de esa barrera. En estas condiciones, puede ser que un puñado de votos marque la diferencia entre ser decisivo en la Asamblea de Madrid (con siete diputados) o resultar completamente excluido (sin lograr ni uno solo).
Entender la mecánica de los votos en blanco y nulos, en este contexto, se vuelve importante. El voto nulo opera como si no se hubieran emitido. No se contabiliza como voto válido, y, por tanto, no afecta a los porcentajes que consiguen los distintos partidos. En cambio, el voto en blanco, es decir, el sobre introducido en la urna sin ninguna papeleta dentro, es un voto válido. Este voto sí cuenta como uno más, y rebaja la cifra clave: el porcentaje conforme al que se asignan los escaños.
Así que, si como consecuencia del voto en blanco, algún partido cae por debajo del 5%, entonces perderá los (siete) escaños que le corresponderían si hubiera alcanzado ese nivel. Esos escaños se los embolsarán los demás partidos (probablemente tres el primero de ellos, uno o dos el segundo y uno alguno de los “terceros”).
Según el conjunto de las encuestas difundidas hasta ahora, Ciudadanos tiene una alta probabilidad de caer por debajo del 5%. Incluso Unidas Podemos y Vox, que disponen aún de más margen, podrían llegar a estar en apuros, si finalmente caen en la parte baja del margen de error de algunos sondeos. Más Madrid parece a salvo de este riesgo, por lo menos de momento.
En las elecciones autonómicas de 2019, 15.020 personas votaron en blanco. Esta opción fue la séptima más escogida en aquella convocatoria, justo por debajo del PACMA, y bastante por encima de UPyD. Supuso un nada despreciable 0,5% de los votos. No sabemos cuántos serán esta vez, pero sí que podrían ser decisivos si la cosa está realmente ajustada. Si en estas elecciones los números fueran parecidos, el voto en blanco restaría finalmente dos o tres centésimas a los partidos que estén alrededor del 5% de los votos.
No sería la primera elección en el mundo en que esas dos o tres centésimas, esos 15.000 votos, pudieran resultar vitales para uno… o para varios partidos.
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