La incapacidad de los republicanos para elegir al nuevo presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos –en la que tienen una exigua mayoría– ha evidenciado las profundas divisiones de un partido que parece enfrentarse a la dicotomía de seguir la estela dejada por Donald Trump o mirar hacia el futuro.
Las cartas del líder republicano Kevin McCarthy para lograr ser presidente de la Cámara vienen marcadas ya desde lejos pues a su impopularidad con respecto a otros congresistas que aspiraron al mismo cargo, y se le suman los malos resultados de unas elecciones de mitad de mandato en las que el partido solo obtuvo 222 escaños.
Estas cifras le dieron muy poco margen de error para lograr los 218 votos que se necesita para ser la nueva cabeza visible de la Cámara y, consciente de ello, estuvo desde entonces maniobrando para contentar tanto a indecisos y detractores, como partidarios ya que solo podía permitirse perder cuatro de estos apoyos.
Finalmente fueron veinte los compañeros de partido que dijeron no en la tercera votación, la mayoría de ellos de ese núcleo ultraconservador afín al expresidente Trump, que la otra parte del Partido Republicano responsabiliza de los malos resultados de aquellas elecciones de mitad de mandato de octubre.
Entre ellos está el congresista ultraderechista de Arizona Andy Biggs, quien surgió como alternativa hace un mes y responsable ahora de haber desviado esa gran cantidad de votos rebeldes que han frustrado las aspiraciones de McCarthy, al que acusan de no haber cumplido con las expectativas de los votantes.
Su objetivo a corto plazo es deshacerse de McCarthy, tal y como han reconocido algunos compañeros republicanos, como el congresista Bob Good, para a la larga remodelar un partido que se ha vuelto “hostil” con los sectores más conservadores.
Antes de las ‘midterm’, los republicanos veían esta cita como una gran ocasión para lograr grandes mayorías con las que poder gobernar de cara a las aspiraciones de volver a retomar el control del Senado y de la Casa Blanca en 2024.
Sin embargo, ha evidenciado las marcadas diferencias entre las varias facciones de un partido, que seguramente acabe protagonizando situaciones similares cuando tenga que negociar con el Senado –en manos de los demócratas– y el presidente Joe Biden para mantener activas las instituciones en los próximos dos años.
A pesar de todo, esa gran mayoría republicana que se ha visto sacudida por la facción rebelde del partido no parece estar muy dispuesta en negociar con los demócratas la elección de un presidente de la Cámara de consenso para de una lección a esos díscolos ultraconservadores, que temen les puedan superar si no se enfrentan a ellos ahora.
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