El antiguo líder del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, ha sido suspendido de militancia hoy por su propio grupo.
La suspensión obedece a un informe interno del partido conocido hoy y que constata que desde 2016, bajo el liderazgo de Corbyn, se habían producido reiterados actos de antisemitismo en la formación política.
En su momento, Corbyn respondió a las acusaciones, que están presentes desde hace años en el panorama político británico, con cierta tibieza, cuando no restándoles importancia o directamente negándolas. Precisamente esa actitud es que, a la postre, a llevado al partido a decretar su suspensión para que no hubiera ninguna duda de la implicación del grupo en la persecución de esas prácticas.

La Comisión británica de Igualdad y Derechos Humanos fue quien, estudiando diversos casos ocurridos durante años en el partido, desveló esta situación y la falta de compromiso de su líder para acabar con ella, a pesar de que públicamente siempre se manifestó como radicalmente antiracista.
El otro día Corbyn y unos 20 diputados más no siguieron la directriz de voto del partido en el anteproyecto de ley de seguridad, tal como comenté por aquí. Aquello debió ser la gota que colmó el vaso. Esto se veía venir.
Tuvo ante si una oportunidad histórica para el Laborismo, con unos tories con la peor líder de su historia, Theresa May, y luego con un personaje como Johnson, y no supo aprovecharla. Su estúpida ambigüedad respecto a la UE, su antisemitismo y su desprecio al partido será la huella que dejará para la historia. Ni quiso ni pudo….